El Día de Valladolid entrevista a Alberto López Soto, uno de nuestros socios de Negotia, abogado experto en el sector de la construcción y presidente de Aveco, la Asociación de Empresarios de la Construcción, con motivo de las recientes noticias sobre el nuevo Plan de Ordenación Urbana de Valladolid, sobre la integración en superficie de las vías y no soterramiento,  y en general el estado del sector de la construcción.

Publicado en El Día de Valladolid
23 Y 24 DE SEPTIEMBRE DE 2017
por ÓSCAR FRAILE

Alberto López Soto accedió a la Presidencia de la Asociación Vallisoletana de Empresarios de la Construcción (Aveco) en julio de 2013, probablemente en el momento más delicado para el sector en las últimas décadas. Su objetivo era dotar de fuerza a este colectivo mediante el asociacionismo para solucionar graves problemas, como la falta de financiación y la sangría de cierre de empresas y despido de trabajadores. Han pasado cuatro años desde entonces y el sector empieza a dar síntomas de que lo peor ha pasado. Pero López prefiere ser prudente y no lanzar las campanas al vuelo.

En 2007 el sector de la construcción se desplomó y ha permanecido casi inactivo durante muchos años. No obstante, algunos analistas empiezan a hablar de síntomas de recuperación. ¿En qué punto se encuentra en Valladolid?
Me encantaría saberlo. Es verdad que hemos sido el sector más castigado, al perder cerca del 80 por ciento de las empresas y en torno al 70 u 80 por ciento de los trabajadores, pero además es que somos los culpables de casi todo lo que ha pasado, unos apestados con los que nadie quiere tener nada que ver. No obstante, la gente se olvida de que sin este sector no se puede salir de la crisis, porque emplea a muchas personas. Tenemos que duplicar el volumen de de llega por limitaciones económicas. Y porque hay otras prioridades. Si hay que pagar a los médicos y a los enfermeros, pues no hay dinero para carreteras. Las carreteras no se mueren de hambre, aunque se vayan deteriorando y haya gente que pierda la vida en ellas.

A ojos de mucha gente el sector de la construcción ha jugado el papel del malo en la película de la crisis. ¿Qué pecados tienen que confesar estas empresas?
Claramente hubo un ‘chorreo’ de dinero excesivo en la financiación que hizo que no se discriminaran los proyectos por su rentabilidad o por su idoneidad. Todo se hacía. He conocido casos en Valladolid de promotores prudentes que hacían su estudio de rentabilidad y marcaban unos precios a los que realmente luego se podía vender. Pero luego iban a comprar el suelo y el propietario les decía que había otros que le ofrecían el triple de dinero. Pues bien, los que ofrecían tres veces más obtenían el dinero de una entidad financiera y al final hemos visto lo que ha ocurrido: edificios sin acabar y precios disparados.

¿Y eso es por la inercia de una época en la que se vendía todo porque todos los bancos lo financiaban?
Claro. Y eso tarda mucho en digerirse. De repente llegamos a un punto en el que vemos que no se vende y que lo construido cada vez vale menos, que es lo que pasó al inicio de la crisis. Por eso hubo tantas empresas abocadas a cerrar o a vender con pérdidas.

¿Y qué estrategia siguieron las empresas que han logrado sobrevivir a esta sangría?
Sentido común, muy buena capitalización… y aguante. En muchos casos, con los fondos de los propietarios de las empresas y pérdidas continuas. Simplemente porque no tenían otro sitio en el que trabajar. En muchas empresas familiares se ha trabajado sin cobrar o con dos sueldos para siete personas. Tampoco ha habido mucha posibilidad de diversificar la actividad porque todas las áreas del sector han caído en cadena.

Una posibilidad era mirar al exterior ante la dramática caída de la demanda interna. ¿Se ha hecho?
El pequeño difícilmente puede salir porque no tiene recursos y se tiene que enfrentar a situaciones muy complicadas y hacer una política a largo plazo. Hay que conocer la idiosincrasia de cada país y hacer frente a una dura competencia.

Las administraciones y las asociaciones empresariales parecen haberse volcado en los últimos años en las ayudas a la internacionalización. Al menos sobre el papel…
El que ha podido salir, ha salido. Pero eso no es garantía de éxito. Es más, los casos de éxito son contados. Son más los que han tenido que volver que los que han triunfado. Antes de salir una empresa tiene que tener un tamaño razonable, ser solvente y sólida para hacerla crecer ordenadamente. Y dentro de ese crecimiento, la internacionalización es una parte, pero nunca puede ser la salida desesperada. Es cierto que hay muchas misiones internacionales y otras ayudas, pero la empresa de nuestra Comunidad es pequeña y esos proyectos son costosos.

Otro mercado que parece que no pasa por su mejor momento es el de viviendas de protección oficial. De hecho, la diferencia entre el precio de estos inmuebles y los libres está en mínimos históricos.
Es que ya casi no hay diferencia. Yo creo que hoy no tiene sentido la vivienda de protección oficial. Yo la eliminaría. Los estándares de calidad de vivienda que se hacen están por encima de los marcados para las VPO porque lo marca el Código Técnico de la Edificación. Si a mí me ofrecen dos viviendas iguales, con la misma superficie, calidad y precio, y una es VPO y otra no, yo me quedo con la libre porque la otra tiene muchas limitaciones respecto a los requisitos a cumplir, posibilidades de vender, etcétera. Hoy hay viviendas de protección oficial a las que no acude nadie. Además, se han hecho barbaridades en Valladolid. Un ejemplo es Villa del Prado, donde se denominó vivienda de protección oficial a lo que no lo era, porque ese no era un sitio para hacer VPO. Ten en cuenta que de una manzana a otra había dos familias que habían comprado la misma vivienda con una diferencia de precio de nueve millones de pesetas. La VPO está para cumplir unas necesidades, pero yo no las haría en la plaza de Zorrilla. Haría viviendas libres, y el que tenga dinero, que las pague. Hay que darle una VPO al que la necesite, pero que no me digan que se quieren ir a la plaza de Zorrilla o junto a la plaza de toros porque eso lo estamos pagando entre todos. Tampoco quiero mandar a esos propietarios a 40 kilómetros de la ciudad. No hace falta.

¿Qué opinión le merece la respuesta que han dado y siguen dando las administraciones para ayudar al sector a salir de la crisis? ¿Hasta qué punto les afectó el fin de la desgravación por compra en el año 2013?
Solo tengo una palabra para definir eso: absurdo. Yo hubiera subido la desgravación cuatro puntos. Estos es como el Plan PIVE de los coches, al final el Estado recauda más por el IVA de las ventas. Estamos hartos de pedir ayudas. Por ejemplo, que se subvenciones el IVA de la rehabilitación de viviendas. Ahora son obras que están haciendo los ‘piratas’ que no están dados de alta. ¿No será mejor que lo haga un trabajador que genera cotizaciones sociales?

El nuevo Plan Estatal de Viviendas sí que contempla ayudas de hasta 10.800 euros para menores de 35 años que compren una vivienda y ganen menos de 1.600 euros al mes.
No hay prácticamente ninguno que lo haga con su dinero. En esos casos el dinero lo ponen los padres. Los salarios tienen que aumentar para que aumente la capacidad adquisitiva de la gente. Pero una empresa que da pérdidas no puede aumentar salarios. Es de cajón.

¿Qué le ha parecido la decisión que ha tomado el equipo de Gobierno muncipal con su renuncia al soterramiento y la apuesta por la integración en superficie de las vías?
Mi opinión, que es la misma que la de la asociación y los empresarios de Valladolid en general, es que es una oportunidad que no debería haberse dejado perder. A nosotros no nos duelen prendas a la hora de apoyar a la corporación municipal cuando consideramos que tiene razón. Por ejemplo, en el caso de la Ciudad de la Justicia. No hay por qué hacer un edificio fuera para desertificar el centro cuando hay edificios disponibles. Lo del soterramiento llevo oyéndolo 20 años y es una ilusión, como empresario y como vallisoletano. Es el embrión de un metro. Es algo ilusionante que de repente se nos ha quitado a los vallisoletanos. Si no lo hacemos ahora, ya lo haremos. Eso de que es inviable habrá que verlo. También era inviable el desvío del Esgueva y el Ayuntamiento todavía está pagando los empréstitos de esta obra. Hay que tener un poco de visión de futuro. Yo prefiero tener un Valladolid moderno y unido, donde se favorezca la integración social. A los que más se desilusiona es a los que están al otro lado de la vía. Si hay alguna posibilidad de volver a retomar este proyecto en el futuro, yo lo apoyaré.

Pero si no hay dinero…
En Valladolid no hubiéramos hecho nada con ese argumento. Renault no hubiera venido a la ciudad ni se hubieran construido los puentes sobre el Pisuerga. También tenemos el hermano mayor para tirarle de la chaqueta, porque, sin querer ser demagogo, para otros sitios sí que hay dinero. A lo mejor hay que ponerse de acuerdo en ir todos a Madrid a pedir. Ahora vamos a gastar una cantidad de dinero cuyo resultado va a ser incierto. No sabemos cuál va a ser la capacidad de integración de las nuevas obras, si los túneles que se hagan se van a inundar, etcétera. Yo tengo muchas dudas, y no tendré problema en reconocer que me he equivocado en el futuro si el resultado en bueno.

¿Le va a tocar algo de lo que se haga a las empresas locales?
Muy poco. Nos encantaría que salieran licitaciones en lotes pequeños porque llevamos pidiéndolo mucho tiempo, pero nunca nos han hecho caso. En algunos casos se puede entrar en una Unión Temporal de Empresas (UTE), pero no es fácil. Pero también hay que tener en cuenta que quien haga esas obras se va a instalar, al menos temporalmente, en Valladolid, y algo de riqueza va a generar. Todo el que se instale aquí para mí es una empresa local. Si conseguimos que se quede, mucho mejor.

¿Cuántos asociados tiene Aveco y qué servicio ofrece?
Las empresas de este sector siempre han sido reticentes a colaborar en proyectos comunes, pero nosotros consideramos que el asociacionismo es imprescindible. Esté yo como presidente o esté quien esté. Buscamos un sello de calidad en la prestación de servicios, tanto en construcción, promoción como en intermediación. Esa calidad solo te la garantiza el que está dando la cara, con todos sus trabajadores dados de alta y pagando sus impuestos. En definitiva, el que no tiene miedo de que se le vea. También buscamos hacer de lobby, que es un término que tiene connotaciones negativas, pero se basa en asesorar, representar y transmitir.’

La oposición municipal ha criticado que el nuevo Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) contempla una importante reducción del suelo urbanizable. ¿Le preocupa?
Toda queda por salir todo el suelo urbanizable de la crisis de 2007. Hay media vaca por digerir todavía. En el nuevo PGOU se ha prescindido de todos los planes parciales, de todo el suelo urbanizable que estaba muerto. Yo he sido muy crítico con las áreas homogéneas porque en algunas hacía falta un helicóptero para acceder. No tenían sentido. Eso sí, también hemos pedido que haya más flexibilidad en el uso porque las cosas ya no son como hace 50 años. No pasa nada porque un local se habilite como vivienda.

¿Se refiere a flexibilidad para el cambio de uso de suelo o para compartir usos?
Para compartir usos. Son cosas que se pueden cambiar si no funcionan. Hace una década quiso instalarse en Valladolid una empresa del sector aeronáutico y no tenía sitio donde hacerlo.

El mercado ha cambiado mucho en los últimos años, con una bajada pronunciada del precio. ¿Cómo ha afectado esto a la demanda en las distintas zonas de la provincia? El alfoz, que hace una década parecía una opción preferente, ahora parece haber caído en el olvido.
Hay barrios en los que hay una demanda que no se está cubriendo con la promoción y licitación de vivienda nueva. Pero son zonas muy concretas dentro de esos barrios, no se puede generalizar. Me refiero a Las Delicias y La Victoria, dos barrios en los que se han vuelto a hacer cosas. Para el centro siempre hay demanda, pero para construir edificios con un menor número de viviendas. Hay clientes para ese tipo de vivienda siempre que sea dentro de un precio razonable. Pero no quiero pecar de optimista, tampoco de pesimista. Hay cosas que confunden. Hace seis meses parecía que esto arrancaba, y ahora no. La gente está confusa.

Ha reconocido algunos de los pecados que ha cometido el sector. ¿Cree que si se volvieran a dar las circunstancias del año 2006 volveríamos a caer en los mismos errores?
Si pasan otros diez años más, hay otra generación y se vuelven a dar las mismas circunstancias, volverá a pasar lo mismo, cometeremos los mismos errores. Y pasará porque los que estén ya no serán los mismos y uno no se cree las cosas que no ha vivido. Yo ya he presenciado cuatro crisis inmobiliarias.

¿Siguen teniendo los problemas de financiación que acusaron después del estallido de la burbuja inmobiliaria?
Este tema está ahora algo más abierto. Las entidades financieras están intentando volver a crear departamento inmobiliarios para dar hipotecas y facilitar el crédito. Ahora mismo no hay donde colocar el dinero. No hay proyectos rentables ni excesivas oportunidades de negocio, aunque hay promotores que están haciendo cosas. Son edificios de diez o veinte viviendas, incluso alguno de cuarenta. Pero no hay muchos.

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